11

Ago

2025

ARTÍCULO

Actualidad de San Agustín de Hipona

La elección del papa León XIV, primer pontífice agustino y peruano, reaviva el interés por San Agustín de Hipona, figura clave que armonizó sabiduría clásica y fe cristiana, con un legado vigente en la cultura occidental, escribe el doctor Eguiguren.

Por Luis Eguiguren. 11 agosto, 2025. Publicado en El Peruano

Estamos entusiasmados porque el papa León XIV es peruano. A él —primer papa agustino en la Historia— le ha atraído Cristo a través de San Agustín de Hipona, gran padre y doctor, cuya vida y obra tiene vibrante actualidad.

Agustín nació en Tagaste en 354 d.C., en el norte del África, a 70 Km de la costa del Mediterráneo. Hoy, el lugar es Souk Ahras, en Argelia. Conserva vestigios históricos y culturales que nos recuerdan la vida y legado del santo. La región fue incorporada al Imperio romano en el siglo I d.C., cuando lograron su dominio sobre Numidia, donde habitaban tribus bereberes. Se daba un cruce de lenguas y culturas. El latín dominaba en lo oficial, pero las lenguas locales seguían vivas en el día a día. Agustín leyó y escribió en latín. Conoció las obras de los griegos en traducción latina.

Nació en hogar acomodado, no rico. Su madre, Mónica, era cristiana; pero, su padre no. No fue bautizado de niño; sin embargo, recibió educación inicial cristiana. Su madre siempre deseó que fuera cristiano. En Confesiones, San Agustín cuenta que, en su adolescencia y juventud, estuvo sumido en una cierta frivolidad, atraído por distracciones y placeres superficiales, con los que pretendía llenar sus ansias de felicidad.

Estudiando Retórica —hoy Comunicación— lee el Hortensio de Cicerón, quien era escéptico, y despierta en él un interés por la búsqueda de la verdad. Como a tantos jóvenes de hoy, le inquieta el problema de por qué hay mal en el mundo: corrupción, delincuencia, gente que hace daño. Por entonces, conoce la secta de los maniqueos, y se hace miembro. Según ellos, el universo está regido por dos principios: el del mal o las tinieblas y el del bien o la luz. Ambos tienen igual poder. El mal en el mundo se debe entonces a la preponderancia del principio del mal. Así, una persona no es responsable de hacer el mal, ya que, cuando lo hace, obra por una fuerza superior que la domina e impulsa.

Algún tiempo después de hacerse maniqueo, Agustín reconoce los errores de la secta, sobre todo por la incoherencia entre lo que predicaban y lo que practicaban. Entonces, la lectura de obras de los neoplatónicos, influye en Agustín. La solución al problema del mal ofrecida por estos, la encuentra correcta y la asume: el mal no tiene principio propio, sino que es ausencia de bien.

Agustín enseñó Retórica, primero en Roma y, luego, en Milán donde frecuenta las alocuciones de Ambrosio, obispo de Milán. Le interesa su retórica inicialmente, pero luego se convence del valor del cristianismo y decide bautizarse en la Pascua del año 387. Todavía en Italia, escribe algunas de sus primeras obras filosóficas y antimaniqueas. Luego, regresa al África, se ordena sacerdote en el 391 y, en el 395 es nombrado obispo. Muere siendo obispo de Hipona, en el año 430, mientras la ciudad está sitiada por los vándalos.

Los escritos de Agustín han sido bien conservados a lo largo de los siglos, de manera portentosa. Hoy, están disponibles aquí.

En su obra, copiosa, se aprecia una armonización de la sabiduría greco-latina con la doctrina cristiana, para explicarla mejor y defenderla de los ataques y errores de la época que, sin embargo, tienen permanente actualidad.

Agustín es el primer autor en el Occidente Latino que elabora un concepto de voluntad y le asigna un rol prominente en la vida humana. Se refiere a la libertad como propiedad de la voluntad, en medio de su polémica con maniqueos y los pelagianos, respecto al problema del mal. Ante los maniqueos, Agustín muestra la responsabilidad humana al elegir. Así, una de sus primeras obras después de su bautismo en Milán es precisamente De libero arbitrio.

Por otro lado, los pelagianos sostenían dentro del cristianismo que, para obrar bien no se requiere sino tan sólo de la propia fuerza de voluntad, no es preciso acudir a la ayuda divina para hacer lo bueno. Ante estos, Agustín destaca la contingencia de la libertad humana: sin la ayuda divina no podemos elegir el bien. Ayuda a comprender, según el catolicismo, cómo el ser humano no es totalmente dependiente —como un autómata— del Ser Supremo en su obrar libre ni totalmente independiente.

Agustín ha influido enormemente en la cultura occidental. Su obra De Civitate Dei (sobre la ciudad de Dios) ha sido continuamente leída desde su aparición. La escribió con motivo de las críticas al cristianismo, que lo responsabilizaban de la debacle del Imperio Romano, mostrada patéticamente en el saqueo de Roma ocurrido en el 410.

Comparte: